lunes, agosto 20, 2007

Adorables vacaciones con síndrome de vivienda social...

Estoy feliz, renovada y relajada. Hemos vuelto de 10 días de merecidas y agradables vaciones en el lago Villarrica; aunque nos tocó más lluvia que otras veces y hasta nevó, dormimos hasta tarde, pasamos mucho tiempo en familia, comimos como chanchos y aprovechamos la piscina temperada del hotel, así que todo anduvo bien.
O sea, casi todo.
Ni tan recurrente ni tan obvio ni tan esporádico, mi suegra es un tema en mi vida. Aunque he aprendido a darle cada vez menos importancia a sus comentarios hechos como-que-no-quiere-la-cosa y al uso de los diminutivos cuando se refiere a lo que hago, y a reírme de que "suene" (supiros y quejas bajitas) mientras hace cosas domésticas o se sirva un tremendo plato de comida sólo para luego dar la mitad o más de su contenido a sus hijos o esposo (con cara de madre abnegada y desprendida que se quita el pan de la boca por ellos, obviamente), estas vacaciones pusieron en el tapete de la discusión un nuevo tópico: la carencia absoluta de discreción y respeto a la intimidad.
DIEZ DIAS DE VACACIONES Y NI UN SÓLO POLVO! NI UN ATRAQUECITO SIQUIERA! y eso sin contar con que acabo de entrar al último trimestre del embarazo, lo que implica que cada vez estaré más incómoda, pesada y poco animosa. Y todo ello gracias a que mis queridos padres políticos se acomodaron por separado en las 2 camas del segundo dormitorio, obligándonos a dormir junto a nuestra retoñito, y que se turnaron para no dejarnos nunca solos, ni siquiera mientras la chica dormía siesta.
La hipótesis rabiosa es que su propia vida sexual lleva años suprimida; en caso contrario, nos hubiesen dado un par de recreos al menos.
En fin, supongo que tendré que tratar de recuperar el tiempo perdido así es que este post queda hasta acá. Buenas noches.