jueves, marzo 27, 2008

Entre Lolita y Pucca

advierto que hoy esto es egolandia...

desde pendeja fui gusto de viejo. antes me daba un poco de vergüenza, sentía que era medio decadente; pero un amigo de la u (grande molina! en qué andarás ahora?) me decía con total soltura y hasta un poco de orgullo que él era gusto de viejas y de gays, y eso más el tiempo acabó por relajarme.
salvo un par de ordinarieces de altísimo calibre que me dirigieron 2 cabelleros mayores impecablemente vestidos, uno en el sector de los ponientes en Viña y otro en una calle interior del barrio el golf en santiago, ahora disfruto la sensación de sentirme deseada por un tipo que no tiene ninguna obligación conmigo, y no me deprimen sus arrugas, canas o manchas. pero eso es algo que había olvidado y que recordé gracias a un grupo de 5 ó 6 sesentones que compartían una cerveza en la flor de chile, el único local que es verdaderamente picada en el sector de restoranes caros en esta snob ciudad jardín. con una sonrisa abierta pensé para mis adentros, ey, no estoy ni peor, y seguí caminando con mi precioso bebé de 4 meses en brazos, gozando de las miradas y los comentarios entre educados, galantes y ligeramente calurosos de mi barra pop

esa fue la buena parte del día. la mala partió buena y acabó en achaque. pucca es un dibujo animado que representa a una karateca divertida absolutamente enamorada de un ninja; aunque el cartoon no es mudo, ellos 2 sólo emiten sonidos, no hablan, y representan una serie de situaciones muy graciosas en que ella lo persigue para besuquearlo y dar rienda suelta a una pasión que él no rechaza, pero que no retribuye tampoco. mientras mi hija veía esos monos, yo reía para mis adentros pensando en que, salvo mi hiriente e inútil amor platónico de adolescencia, nunca dejé de tener a un hombre que me propusiera. si me gustaba un chico y según mi edad e intención, siempre conseguí robarle un beso, pololear con él o llevármelo a la cama, porque cuando un tipo me gusta soy activa sin ser agresiva; por eso n veces me pregunté si conseguía al muchacho en cuestión porque lo conquistaba o porque no se atrevía a decirme que no, y eso me hace mucha gracia.
pero al pensar que era una especie de pucca ostigosa y apasionada, pensé que en realidad no podía decir que me parecía a la muñeca oriental pues ella es silenciosa, directa y come fideos en platos pequeños y sin arrepentimiento, y aquí me achaqué. ansiosa. bulímica. al menos no soy anoréxica, pero 2 trastornos alimenticios que se arrastran desde antes de los 20 y subsisten a los 33 parecen un mal record (la voz de mi cabeza susurra: mara, eso sólo se controla, jamás se cura) y presiento la expresión de mi dentista el próximo martes al comentar en tono cómplice el extraño desgaste del esmalte en mi dentadura tan bien cuidada.
siempre que viene una crisis me doy cuenta, y me concentro en tratar de controlarla, en comer masticando y no tragar, en llenarme con agua cuando el impulso es comer a cucharadas el milo de la cata y en ir al baño lo menos posible, pero de vez en cuando no puedo controlarlo y estoy pensando en que no debería estar provocándome vómitos (otra vez la voz: no debo, no debo, no está bien) justo en el momento en que empiezan las arcadas.
yo digo que para mí no hay remedio, pero ya decidí que iré (yo, mamá, y no llevaré a mi nena) a una sicóloga infantil para que me ayude a no "heredarle" el problemita a mis enanos.

(funcionó el exorcismo: lo escribí y ya no tengo que pelear con mi alter ego al lavarme los dientes)

miércoles, marzo 12, 2008

La de siempre

Y aquí estoy, soy yo, la misma de siempre.
Sólo que ahora ya tengo la familia completa que soñé toda mi vida: un marido amoroso y preocupado que acaba de conseguir el trabajo por el que nos hemos sacrificado juntos, una hija inteligente, tierna y bella y un bebé risueño, hermoso y despierto.
Sólo que ya no me persiguen las deudas bancarias ni emocionales, así es que casi podría decir que trabajo por que me gusta.
Sólo que me he obsesionado con las maratones y me estoy entrenando full, aunque dudo que alcance a correr la maratón de Santiago incluso en categoría 10 kilómetros este abril.
Sólo que otra vez tengo el pelo rojo y corto, y he bajado de peso, y me fijo en lo que como (no para adelgazar, sólo para no engordar) y en cómo me visto (no para verme mina, sino para no parecer la nana de mis hijos).
Sólo que ya no tengo tiempo para ver la novela de las 8 de la noche y que tengo el mismo libro sobre el velador desde que llegué de la clínica tras el parto.

En lo demás, sigo indemne. Habladora, golosa, obsesiva, empalagosa, buena amiga, lujuriosa, algo torpe pero perfeccionista... en fin, la de siempre.