jueves, septiembre 25, 2008

de las cosas que no me canso

a punto de entrar al último trimestre del año, se acercan algunas reuniones sociales que tengo cada año y pensaba que nunca me cansaré de volver a ver a la gente que ha sido importante en mi vida. y me pregunté si son muchas o varias las cosas de las que no me canso, me parece que el listado es más o menos así:
1.- no me canso de mirar, besar, acariciar y abrazar a mis pelaítos ricos
2.- no me canso de un buen polvo y la posterior conversación entretenida (aunque sea al despertar, no tengo prisas)
3.- no me canso de caminar por el centro de Santiago, sobre todo alrededor del Santa Lucía y cerca del Barrio Yungay
4.- no me canso de hablar con gente con argumentos, sobre todo si discrepan conmigo
5.- no me canso de recordar a mi viejo, sobre todo sus cosas chistosas
6.- no me canso de recordar mis aventuras amorosas de otra época
7.- no me canso de cocinar cositas ricas y luego compartirlas (sí de limpiar la cocina después, pero me sobrepongo)
8.- no me canso de oír a Serrat, a Queen, a Inti Illimani y todas las versiones de My Way (incluída la de los Sex Pistols)
9.- no me canso de oír las historias de mi tata Pedro
10.- no me canso de vivir conmigo

mmm... lo demás suele tener su nivel de saturación, no porque sea malo, aburrido o desagradable. sólo me canso, jaja

martes, septiembre 23, 2008

como yo hablo y hablo de mis hijos, sin pausa, con veneración, declarándome enamoradísima de ellos, me preguntaron si estaba enamorada de mi esposo
hace unos meses atrás hubiese contestado que sí vehemente, lo que no pasó esta vez. no es que no esté enamorada, es que estoy en un replanteamiento general de mi vida.
un día me senté conmigo (ya saben, esquizofrenia es mi segundo nombre) y me di cuenta que en mi vida todo tenía su lugar: mis hijos, mi esposo, mi mamá, mis hermanos, mi trabajo, mi casa... pero no vi mi propio lugar.
como soy una chica esencialmente racional, hice un balance y noté, con orgullo y alegría, que no tenía ni una pizca de arrepentimientopor haberme dedicado preferentemente a la maternidad y la familia, simplemente era lo que tenía que hacer para mi serenidad espiritual. pero también noté que ahora sí necesitaba un lugar para mí, y comencé a construirlo lentamente.
cambié algunas costumbres domésticas que existían en pro de los demás y no eran tan beneficiosas para mí. tuve la fortuna de recibir una muy buena oportunidad de trabajo. bajé un poco de peso y puse algo más de cuidado en mi apariencia. me reencontré con gente querida a quienes había perdido.
en ese proceso, lo que más gané fue seguridad. los ajustes y cambio hasta acá han sido menores, pero mi percepción de mi misma mejoró exponencialmente...
lamentablemente hubo efectos secundarios, porque mi partner resintió esta recuperación de seguridad mía y comenzó a mostrarse él algo inseguro. y eso es un problema, porque yo necesito admirar a mi pareja y esa inseguridad, desconocida hasta ahora, le restó brillo.
a eso se sumó una nueva visión del pasado reciente. nuestra relación siempre ha tenido un componente crítico, no somos el tipo de pareja que se solace en su perfección, sino que tiene mucha conciencia de las limitaciones y defectos del otro. y en todo este jaleo me di cuenta que ese argumento mío de que siempre será el hombre de mi vida, porque con él me proyecté y con él construí, en realidad no es tan preciso, porque quien ha puesto más de su parte y ha renunciado sucesivamente a una y otra cosa he sido yo... o sea, lo que hemos soñado y lo que hemos logrado tiene más de mío que de nuestro.
le he dado mil vueltas a la pregunta y a la respuesta. creo que en realidad el sentimiento por él no ha cambiado, al menos no radicalmente, pero el asunto es que el sentimiento por mi misma necesariamente cambiará todo mi mundo, y quizás ese amor que sentía como imperecedero, potente e incondicional tenga muchas más limitaciones de las que yo creía.
por un rato dejaré de pensar. ya veremos qué siento mañana

domingo, septiembre 14, 2008

en algún lugar queda lo que no debe vivirse

de algún lugar que sin dudas estaba más allá de su profunda intimidad, llegó una oleada de deseo que, por primera vez en mucho tiempo, no tenía relación con su compañero de toda la vida. inicialmente lo atribuyó a un sujeto en particular, pero con el transcurso de los días advirtió que tenía más bien que ver con ella misma. porque, seamos honestos, su relación estaba muy bien; quizás, en un extremo de exigencias absurdas, podría reclamar que tanto tiempo de alegría y estabilidad carecía de emoción, pero no de ternura, ni de pasión, ni de entusiasmo.
se sentó en la cama un poco nerviosa. contaba con unos minutos de tranquilidad entre sus mil ocupaciones, pero aún no estaba convencida de querer hacerlo; en el fondo, tenía total claridad acerca de que aquí en más todo sería su responsabilidad, que voluntariamente pondría en riesgo la serenidad de su vida por volver a vivir la adrenalina de ser totalmente egoísta y pensar en el placer por el placer, sin bemoles. intentó marcar el número 5 ó 6 veces sin conseguirlo, se arrepentía cada vez. se sirvió un vaso de agua, que bebió sin pausa, y sintiéndose una jovencita otra vez, finalmente lo llamó.
la conversación fue breve, sólo acordar lugar y hora para tomar un café en un lugar muy concurrido, que supuestamente mantendría a cada quién en su sitio. como ya estaba lista, sólo tomó su cartera y las llaves del auto, y condujo hasta el centro comercial, donde primero trató de serenarse mirando objetos que no podía comprar, como un reloj finísimo y un vehículo a batería para su hijo menor. trataba de no pensar en lo que haría, o en si se veía linda, o si había llegado demasiado temprano. curiosamente, no tenía que esquivar los pensamientos acerca de su pareja y sus hijos, pues simplemente ellos no llegaban, lo que le hizo sonreir irónicamente al darse cuenta de que en verdad esta pequeña pausa a la cotidianeidad era un regalo a si misma. y tanto trató de distraerse que se sobresaltó cuando oyó el celular: él quería saber si le había pasado algo, pues ya llevaba un tiempo de esperarla.
subió por la escala mecánica y lo vio apenas asomó al piso en que estaba el café en que se reunirían. hicieron contacto visual del inmediato, y sin embargo ninguno de los dos sonrió; podría decirse que siquiera pestañearon. en los últimos segundos, ella creyó arrepentirse y se desvió hacia la derecha de la mesa en que él se encontraba, pero, para su sorpresa, él se puso de pie con toda naturalidad y la siguió con discresión hasta el auto.
con las manos sudorosas del arrepentimiento y la prisa, trató de abrir la puerta del conductor con las llaves (qué cosa más absurda, si con el control de la alarma pudo hacerlo con un dedo...), pero antes de que consiguiese calzar la llave, sintió cómo él la asió por la cintura y le olió la nuca y tras los oídos. si había alguien más en el estacionamiento, es una incógnita. él la giró hasta dejarla de frente y le dio un beso dulce, pero potente; al tomarle las manos, se hizo de las llaves y, sin dejar de besarla ni de sujetarla firmemente contra su cuerpo, quitó finalmente los seguros y subió con ella al asiento trasero. ya no había vuelta atrás

jueves, septiembre 11, 2008

no puede ser. resulta que al final sigo siendo la misma pendeja instintiva y desconsiderada que creí haber dejado de ser.
mi primer amor fue un amor platónico. teníamos 11 o 12 años y en realidad también él me quería, sólo que era demasiado tímido y lo más lejos que llegó fue a tomarme la mano. yo lo quería con esa veneración con que se quiere en la pubertad, con esa deseperación de estar viviendo el primer amor y con el terror de no ser correspondida.
y un día se fue. éramos tan chicos que no nos separó la universidad o el trabajo, sino la picante enseñanza secundaria. yo hice un par de esfuerzos muy grandes por mantenerme en su camino, pero él hizo lo que cualquier adolescente sensato hubiese hecho y se concentró en sus cosas, y eso es algo que, estoy descubriendo, en realidad nunca le perdoné.
hace como 10 años apareció un día, y para mí fue un mundo nuevo. aunque creo que soy intensa y que en mi vida he amado, querido y sentido a todo dar, la respuesta física que mi cuerpo tenía a su presencia era algo increíble. hablar con él, mirarlo, tomarnos un café, recibir una llamada al celular era una oleada de emociones que se paseaban por detrás de mir orejas, por mi nuca, por las clavículas, por las yemas de los dedos y hasta por detrás de las rodillas (no es una metáfora, es en serio).
nos besamos el mismo día en que volvimos a vernos, lo que fue un mal presagio porque nos encamamos rápido. por una parte, yo esperaba superarlo (fue placentero sentir tantas cosas, pero yo ya estaba embarcada en una relación buena y seria que no pretendía abandonar) y, por la otra, desquitarme un poco del despecho que sentí cuando se fue siendo niños. esta vez desaparecí yo apenas pude, y huí despavorida en la certeza de que, si seguíamos cerca, no nos íbamos a separar (por acá viene tu frase, Paz).
luego comenzó esta locura de los reencuentros masivos gracias a "las herramientas sociales de internet" y supe de él otra vez. todo bien. pero ayer lo hablé, y no pude evitar la tentación de coquetearle un poco... otro mal presagio, apenas comencé, supe que no me detendría hasta tener un gesto, que llegó a la segunda frase.
y otra vez estoy aquí, con las hormigas en el interior de los muslos, el abombamiento en los oídos, el vacío en el estómago. ni siquiera lo he mirado a los ojos y he pensado en él cada vez que mi cabeza no tenía una responsabilidad de la que hacerse cargo, y he recordado cada detalle de nuestra inocente amor de niñez y de nuestra irresponsable y apasionada aventura de juventud. "no quieres superarlo" me dijo anoche. no, en realidad fue "no queremos". recuerdo eso y los dedos se me han dormido

viernes, septiembre 05, 2008

Septiembre

parece que fue ayer. corría el año 83 y por fin mi abuelo había terminado la primera parte de nuestra casa sólida, y por una venta, que intencionalmente coincidía con otra de la casa de madera (la ranchita, le decía mi vieja), entre mis papás, un par de tíos y sus familias, pasaron todos los muebles. la mudanza más breve del mundo.
recuerdo que fue en septiembre porque la casa se inauguró con sendos malones: el 18 con los Pizarro y el 19 con los Peña (la familia de mi abuela materna, que es mi otro familión, ya que los Guerrero entonces éramos poquitos).

en septiembre también nació mi Catalina. mi guata, redonda como un sol, y yo, vivimos un 18 de contracciones que sólo acabaron el 23, con mi pequeñita durmiendo sobre mi pecho. casi justo un año antes, habíamos recibido nuestro primer cacharrito, un reluciente peugeot 206 azul de china HDI.

hoy, 5 de septiembre, Rodrigo y yo recibiremos nuestra casa. suena lindo eso de Nuestra... aunque legalmente vaya a ser suya, todos sabemos que nadie me saca de ahí contra mi voluntad, jajajaja. pero en realidad lo que es más lindo es ver cuánto hemos podido construir en nosotros para llegar hasta acá: un matrimonio sólido y estable, 2 hijos maravillosos, confianza, complicidad, amistad.
la verdad es que nunca he sido muy pegada a las cosas, no porque sea taaaaaaaaaaan desprendida sino porque me avoco a lo que me convoca. acá en el departamento hemos vivido cosas importantes, pero no tengo esa emoción que alguna gente cuenta porque lo dejemos mañana; simplemente ya cumplió su función, y ya llegó el momento de que los niños crezcan y nosotros nos consolidemos.
fuera de eso, estoy chocha con nuestra maravillosa casita con vista a la bahía. siento que, aunque tuviésemos plata como para vivir en montemar, seguiría pensando que éste es mi lugar (decía Serrat: si te toca llorar, es mejor frente al mar, y digo yo que mejor ser precavidos), porque, aunque de este y del otro mundo nos han ayudado, llegar hasta acá ha sido gracias a nuestro esfuerzo y eso me hace sentir orgullosa.

en realidad me pasan cosas buenas a menudo. tanto, que nunca me di cuenta de que septiembre también tenía su lado especial