martes, noviembre 21, 2006

El rollito de los 30


No supe si reirme u ofenderme cuando leí el titular de la revista, porque en mi persona el problema en cuestión llegó como a los 26.
Desde entonces, he intentado de todo. Ojo, que dije "intentado" y no "hecho", porque la voluntad es una cualidad muy direccionada en mí.
Me compré un electrofísico (de los de maleta, súper completo, mucho mejor que el cinturón del llame ya), la máquina para eliminar celulitis (una dolorosa aspiradora de piernas y poto), intenté generar una rutina de ejercicios corriendo por la playa y haciendo yoga; traté de formarme el hábito de los 8 vasos diarios de agua; compré píldoras para inhibir el apetito, para disolver los nódulos de celulitis, para acelerar el metabolismo y la quema de grasas corporales; compré uno que otro complemento nutricional de los que reemplazan comidas y todo el juego de cremas exfoliantes, reafirmantes, reductoras, criogénicas...
Y aquí estoy todavía, con los mismo 5 kilos que me sobran desde hace 6 años.
Supongo que antes, pese a los "intentos", en realidad no me importaba tanto, y por eso nunca me tomé en serio una acción o un tratamiento más que para mantenerme dentro de los límites saludables. Ahora, con los tortuosos 32 años a cuestas, un marido que se preocupa de su apariencia cual mina y la mitad de las mujeres que me rodean bronceadas y esculpidas a bisturí o masoterapia, este asunto está transformándose en obsesión.
Me odio sinceramente; o sea, no a mí, a mi cuerpo. Me carga como me rebalsa la cintura o el lugar en que debiera ir por encima del pantalón, como las mangas de las poleras y blusas se ajustan en el antebrazo y hasta como las botas largas empezaron a sentirse más estrechas. Detesto cuando me doy cuenta que, entre tanto menjunge que me pongo en la mañana para las arrugas, la protección solar del rostro, el aporte de q10 y l-carnitina y el autobronceante, me olvidé de poner bloqueador en pecho y brazos, entonces vuelvo de la calle no con un lindo y parejo tono bronceado, sino con quemaduras selectivas que denotan que no llevaba la polera más pequeña que tengo. Me da rabia que si recuerdo peinarme, salí sin ondularme las pestañas; si me hago los pies, voy despeinada; si me maquillo, mis manos son un desastre.
Cómo lo hacen las que saben preocuparse de si mismas? Llevan una agenda, cómo la que le llevo a la Cata para los controles o a mis alumnos por las materias controladas? Yo creo que es puro instinto, y eso me achaca, PORQUE NO LO TENGO y ahora sí quiero ser bonita y flaca y estar más apretada y verme regia.
Yo digo, si a un vejestorio como yo esta cuestión le arruina la siquis, cómo no va a ser obvio que las pobres pendejitas pasen semanas a pura manzana, zanahoria y agua mineral y terminen superadas por los desórdenes alimenticios. Si hasta los conductores de noticias se espantan porque muere una modelo, pero apenas aparece la Cata Pulido hablan de lo regia que está ahora, que perdió un par de kilos... qué decir de los comentaristas de espectáculos...

2 comentarios:

Seok4 dijo...

Lo que natura non da... jajaja

Anónimo dijo...

HAY MARY!!! QUE DURA ES LA VIDA PARA LAS MUJERES NO?? EN CAMBIO PARA ELLOS POCO IMPORTA SI TIENE UNA PANZA DE BUDA, EDIONDOS Y PELUDOS... TODO BIEN PARA ELLOS, PERO QUE NO NOS VAYA SI QUIERA A SALIR UN PELO DONDE CORRESONDE...
A VECES PREFERIRIA HABER SIDO HOMBRE.
KIMY