miércoles, abril 11, 2007

Acerca de lo imposible que es ser padres sin morir en el intento...

No hay nada en la vida que me tome más en serio que el hecho de ser mamá. Si algo asumí hace mucho rato es que mis defectos de nacimiento son la inconstancia y la falta de tenacidad, pero cuando se trata de mi maternidad tengo un ímpetu que hasta yo misma desconocía, ordenando horarios, alimentación, deberes, platas, todo pensando en estar despejada y concentrada en mi Cata y a la dulce criatura que poco a poco deja de tener colita y toma forma dentro de mí.
Y por cierto que eso se extiende a la crianza, porque no hay hábito, palabra, juego, permiso o veto que no tenga una razón de ser muy superior a que así me fluye o me tinca. Algunas de mis amigas se ríen porque dejo de teñirme el pelo 6 meses antes de embarazarme, o cuando la Cata me pregunta si una bebida tiene "apatame" (entiéndase aspartame, endulzante no recomendable durante la infancia) antes de pedir que le sirvan un vaso.
Esa "obsesión" por ser una madre buena me tiene pinchando los artículos que se suspenden en el cyberespacio y que llenan las revistas femeninas y familiares, lo que hoy me tiene convertida en un manojo de confusiones acerca de qué es lo que debo hacer, qué es lo que va a hacer más feliz y menos trancada a mi niña.
En un mundo en el que parece que no existen tópicos poco importantes para la crianza de un ser equilibrado, no sé si alguien pueda ilustrarme acerca del momento adecuado (ni tardío ni adelantado) para iniciar a mi hija en la comida saludable, la lectura cultural, la música clásica y el aprendizaje de los colores y la lateralidad...
Hasta ahora, es la propia niña quien me ha ayudado mucho, pues varias cosas le fluyeron en forma más o menos natural, como dormir sola, dejar los pañales, tomar líquido en vaso y comer manchándose más o menos lo mismo que me mancho yo (punto bueno para la hija, dos puntos malos para la madre...). Pero más o menos pronto debo decidir algunas cosas para privilegiar en la educación de la enana y estoy un poco confundida...

Por ejemplo, opto porque sea una niña sin preocupaciones y viva una infancia normal dejando que coma lo que quiera, aunque eso signifique sobrepeso o mal nutrición? o le enseño desde ya la importancia y la dificultad de mantenerse delgada y le enseño a medirse en las raciones y a evitar los carbohidratos muy elaborados y las grasas? o la educo como a una chica saludable y vuelvo increíblemente atractivas las verduras crudas, las carnes magras, la soya y los productos orgánicos?
En lo que toca a la actividad física, dejo simplemente que se mueva lo que ella quiera o le hago una rutina de paseos semanales a los juegos de la plaza, con la velada obligación de que camine las 5 cuadras de ida y vuelta? o hago localizados con ella a mi lado para que me imite y tenga abdominales de hierro a los 5 años? (los abdominales que su madre ni tuvo ni tendrá, hay que decirlo).
Y respecto a su sociabilidad, me relajo y permito que salude cuándo y a quién ella quiera, de manera que mantenga autonomía respecto de su espacio personal y me avise si se siente intimidada por algún extraño, o le exijo que salude con afecto a abuelos, tíos y primos (aunque venga despertando recién o acabe de disputar un juguete con el involucrado o con su hijo) para que aprenda a acatar normas de buena conducta?
Qué decir de la creatividad... Será razonable que esté sentada en su batería (es verdad, no es muy grande, pero mete una bulla de la puta madre) sin importar la hora y que pese sobre mí la obligación de forrar las paredes del departamento con papel craft, o le enseño que hay lugar y tiempo para hacer las cosas, bajo riesgo que cuando estemos en el lugar y momento adecuados ya no recuerde el ritmo o la imagen que tenía en su cabeza?

Creo que, más que complicarme las respuestas a esas y otro millón de preguntas por el estilo, casi me rompe el corazón la convicción absoluta de que un día, sin importar lo que yo haya decidido y cuánto haya razonado mi decisión, ella creerá que fui una tirana, o una despreocupada, en todo caso una improvisadora, y que fui incapaz de darme cuenta el daño que le hice con mis reglas o mi libertad.

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