miércoles, junio 20, 2007

Pecados capitales. N°2 Gula

Otra vez me enfrento a una reacción más visceral que permanente.

Debo reconocer que me encanta comer, es un placer en todo el sentido de la palabra, pero en verdad he mutado un poco con el transcurso de los años...

Mi familia de origen (papás y hermanos) sobrevivió con lo justo, a veces un poco más y a veces un poco menos, por lo que, durante mi infancia, la austeridad era norma también en la mesa. Habían eventos especiales para los que se cocinaba, preparaba, compraba y comía como si al día siguiente nadie fuese a amanecer... Quizás ese fue el comienzo... Hasta mi cumpleaños N°8, mi papá compraba un cabrito (o un cordero? no recuerdo) e invitaba a toda la familia, así es que, después de la torta y la leche con chocolate, hacían fuego en medio tambor de aceite y hervían papas, batían mayonesa, picaban apio y paltas, mientras llegaban mis tías con bebidas de esas de 1 litro en botella de vidrio y una que otra chuica de pipeño. Y así nos pillaba a todos el domingo, con el ombligo hacia afuera.

El paso siguiente fue mi ingreso a la enseñanza media. Nunca antes manejé plata, y ahora tampoco era mucha, porque en realidad mi "mesada" era el equivalente a los pasajes escolares de ida y regreso de la semana. Así que empecé a caminar de ida y vuelta al colegio, para tener un par de monedas con las que comprarme un doblón, o un sapito; si juntaba la plata de media semana, me alcanzaba para una porción de papas fritas a medio camino. Pensar que de golosa fue que empecé a caminar y aún no paro...

De alguna manera llegué a 1995 y empecé a trabajar. 100 lucas mensuales para mí sola, porque mi viejo se obcecó en que no podían acostumbrar los gastos de la casa a otro sueldo que se iba a terminar cuando yo preparase mi examen de grado. Y resultó que buena parte de esas lucas fueron a parar a las arcas del Tip-Top, con mi naciente obsesión por las trufas de chocolate, y de Los Pollitos Dicen, con los kilos de papas fritas que comimos la secretaria del estudio y yo. Gracias a los nervios que me provocaron los últimos dos años de carrera, parece que no aproveché en nada toda la grasa y carbohidratos que comí esos meses, y luego vino el estudio para el grado y la consecuente pobreza que evitó la escalada de comida chatarra.

La gula vuelve en gloria y majestad el 99, cuando llegué a trabajar a la inmobiliaria. Buen sueldo, ricas sandwicherías vecinas y una oficina para mí sola me hicieron adicta a los ave italiana que vendían en Cruz del Sur con Apoquindo, y, sumado a la sedentariedad que me regaló mi pega "de oficina", en 4 meses tuve la celulitis que en 25 años no tuve... En ese tiempo, comer era gula total porque era sólo compulsión. Podía ser dulce o salado, caliente o frío, vegetariano o de proteínas, daba lo mismo... pa' dentro. Encima, Rodrigo se vino a vivir a Viña mientras yo seguía en Santiago, así que 3 noches a la semana estaba con mis amigas Janita y Pachi comiendo canapés de champiñones y tomando vino tinto en el Café Escondido o pidiendo barros luco y cevezas a domicilio para la oficina; de cuando en vez, una chorrillana en La Chimenea y 2 jarras de borgoña en el Bahamondes (el 777 no cuenta, fuimos una sola vez y ni siquiera lo pasé bien).

Cuando dejé de trabajar, luego de 8 meses asentada en Viña, vino lo peor. Pobreza y ansiedad da como resultado gula a secas. Podía comerme el tarro de cola cao con azúcar, o hacer una docena de panqueques y dejarle 2 al Rodri, y si me salía una constitución de sociedad o un juicio era peor, porque la mitad de la plata terminaba en Burguer King.

Por fin llegué a mi estado actual en marzo de 2003, cuando decidimos que al año siguiente trataríamos de embarazarnos. La pesa y el espejo gritaron con desesperación que, si quería ser una madre responsable de verdad, tenía que mirar mis platos, así es que, manteniendo la filosofía de "comer por placer", decidí dejar de comer por comer y sólo empocharme con cosas que me gustasen en verdad. Y armé lo que hasta el día de hoy es la minuta de esta casa, tan llena de contradicciones como la vida misma... muchas verduras crudas con lomo vetado, tortillas de espinaca con puré de papas (con mucha mantequilla y leche entera!!!), frutas crudas junto a helados de San Francisco de Loncomilla, leche cultivada descremada y una barra chica de chocolate...

De veras no creo que este sea MI pecado capital, pero al recordar mi historia frente a la comida, creo que sí está en el catálogo diario. No hay conclusiones.

4 comentarios:

Santiago Paz dijo...

Ay, querida Mara:

Lei el post con más hambre. Son casi las 2:30 y aún no he almorzado.

Comer, por sí es un placer. Pero, como dicen por ahí, todo es bueno en la justa medida.

Pero, la entiendo. Ser abogado, da ansiedad. Y nos baja comer. O en casos, fumar como condenados.

Otra cosa: yo nunca pensé en que ser el primero en postear en Símbolos fuera importante para ud., estimada colega. O que le entregara una cuota de felicidad. Yo, siempre complacido que pase por mis sitios.

Lo de teorías, tómelo como un juego, colega. Le salió todo lo abogado que lleva dentro. Pero, asi mismo, necesito de ud. Si, de ud. Tengo una teoría en mente. Y necesito que me de su opinion (en términos jurídicos y literarios, no nos pongamos densos, pq es solo un juego). Se lo enviaré a la colega Ale y espero que ella se la reenvíe a ud. Confío en que pueda ayudarme.


Beijos, colega.



atte:
Paz

alma.verde:. dijo...

Jajajaja ke risa toooooda la comida junta en un mismo párrafo. siiii, comer es un placer, demasiado rico y no entiendo a la gente que come como por obligación sólo para obtener la cantidad de calorías necesarias para "echar a andar la máquina" jajaja te juro que no, como a alguien puede no gustarle comer? es para mí uno de los grandes misterios de la vida...
coincido en lo de la ansiedad en periodo universitario. te mueres lo desordenada que soy para comer, un día como todo, otro día nada, y más que por falta de tiempo, por flojera, porque esto de vivir sola hace que deba cocinarme sola también jajaja y no se... con todo el día en la u, llegar a cocinar es medio pajero... mi mamá sufre y me dice que coma y trata de controlarlo y llenar el refri de lo habido y por haber, pero no hay caso! hay dias que como y días que no, días que como mucho, días que como poco...
asi fue como a mi papá se le ocurrió la brillante idea de llevarnos a un nutricionista pa que de frentón nos dé una dieta acorde con nuestro desordenado estilo de vida, limitado tiempo para cocinar y flojera máxima.
asi que uno de estos días pal nutricionista miechica!... de ahi te cuento como me fue jaja

un abrazoo!
:***

Ale dijo...

Yo debo reconocer que soy una culposa con la comida y que además siempre me ha gustado al comida sana y como para terminar de rematarla mi bisabuelo japonés lo único que dejó fueron enfermedades gástricas por generaciones, debo cuidarme en el comer.
Siempre me han gustado las ensaladas, el pollo, el pescado, el arroz y las frutas.
Las carnes rojas no me gustan y las evito de la mayor cantidad de formas posibles.
Pero no puedo dejar de sucumbir ante una buena barra de chocolate, o un heladito rico.

Si debo someterme a una estricta dieta para dejar de comer lo ahgo sin ningún problema.

PArece que soy medio fenomeno pa comer.
Un beso colega.

Anónimo dijo...

Mi querida amiga:

Yo encantado cerraría el trato con usted, pero, la verdad es que usted es casa, tiene familia y no quisiera ser el culpable de su destrucción.

En otro momento, en otro lugar, en otra dimension, tal vez.

Beijos, querida amiga-colega.


Atte:
Paz